jueves, 31 de enero de 2008

The dancer's cut vista por su autor

The dancer’s cut busca un diálogo entre dos iconos bien reconocidos, por un lado el conformado por referentes a la tradición folklórica española, por otro, iconos de la cinematografía clásica, haciendo un llamamiento a la memoria colectiva y proporcionando un sutil placer en el espectador cada vez que reconoce algún personaje o situación.
A través de la dimensión narrativa que nos ofrece el montaje en vídeo y de sus recursos técnicos, como son la yuxtaposición de imágenes, la aceleración o desaceleración del tiempo y la repetición, se organizan los distintos fragmentos que conforman la obra.
El baile se puede resumir de forma muy básica como una sucesión de movimientos ordenados en función de un determinado ritmo.
Esta descripción encaja perfectamente, en la premisa de partida de la obra: Realizar una pieza nueva formada integramente por elementos ya existentes, ordenados siguiendo un determinado ritmo, al centrar el tema de la obra en el baile ese ritmo vendrá determinado por la música.
Por tanto, la unidad se consigue a través de la música, una sesión Ninotchka, Art Project, que mezcla temas de grupos de electrónica, fusionados con el jazz y samples de cine.
Gracias a la música conviven los diferentes bailarines en una coreografía unitaria. Un collage de imágenes procedentes de diversas fuentes, tanto en blanco y negro como en color, que presentan un amplio repertorio de prácticas de baile, todas ellas enmarcadas dentro de un espacio temporal muy marcado (mediados del siglo XX) que contrasta con el estilo musical.
El trabajo de cineastas y artistas como Christian Marclay y Basilio Martín Patino ha servido de vital referencia para la realización de la obra.
Por otro lado con la obra también he buscado hacer mi pequeño homenaje al oficio de montador, al que estoy muy vinculado desde hace años. Así tanto en el título como en los planos de inicio de los créditos se hace una referencia explícita al mismo.

Enrique Piñuel

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